Documentar la vida me fascina. Desde hace quince años me dedico exclusivamente a fotografiar bodas, aunque fotografiar una boda, es fotografiar a una familia entera.

He estado en cientos de celebraciones, y lo que me mueve de verdad es ver a las personas olvidarse de la cámara, confiar, habitar el momento. Esa energía que se vive desde adentro —el vértigo, la alegría, lo irrepetible— es lo que me impulsa a fotografiar. Y convertirlo en algo que se pueda volver a mirar.
Mi propuesta es simple: acompañar el ritmo del día con atención, moviéndome con lo que sucede. Registrar lo que está pasando y lo que quizás nadie más notó. Estar ahí. Estar cerca, registrándolo todo. ¿Qué más se puede pedir?
Si en diez años sienten la misma emoción que sintieron ese día, entonces mi trabajo va a estar cumplido.
Gracias por estar acá.
Si mi forma de mirar les resuena, entonces estamos cerca.

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